Por Franziska Willi para ContactChile
Como activa consumidora de música, autoproclamada música callejera y fanática de conciertos, he estado observando de cerca la cultura de la música chilena desde que llegué al país. Lo primero que me llamó la atención en mi camino por la jungla de las percepciones sensoriales auditivas fue lo siguiente: ¡La música es omnipresente en este país!.
Las ciudades rebosan de músicos que se hacen presentes en los metros repletos y buses abarrotados, que conquistan los restaurantes del mediodía o se buscan un lugar en una calle bien frecuentada para presentar una serenata hermosa. En tu camino de A a B estás permanentemente acompañado de música.
Si uno pregunta a la gente local sobre música chilena importante, escucharás una y otra vez con los siguientes dos nombres: Violeta Parra y Víctor Jara. Son dos de los folcloristas populares más relevantes e influyentes en la historia del país y hasta hoy día sus canciones representan parte importante de la vida cotidiana.
Cuando uno está tranquilo con unos amigos chilenos tomando tecito o algún otro brebaje, es muy probable que en un momento alguien agarre la guitarra y toque una canción de los artistas mencionados, por ejemplo, “Gracias a la vida“ por Violeta Parra (Para todos los guitarristas presentes: los acordes son Am, E7, Am, G7, C, C7, F, E7, Am, Dm, E7, Am). Con esto se canta, se palmea y se recuerda el movimiento de protesta de la Nueva Canción Chilena: Violeta Parra y Víctor Jara tomaron la tarea de toda una vida de coleccionar la música tradicional dejada en el olvido, investigarla y enlazarla con un contenido crítico. Ellos criticaban mandatarios y alumbraban la injusticia social. Esta misma era la razón por la cual Jara, también llamado el Che Guevara de la guitarra, fue torturado brutalmente y asesinado durante la dictadura militar de Augusto Pinochet.
El biopic “Violeta Parra se fue a los cielos”, que fue premiado muchas veces, y el documental “el Derecho de Vivir en Paz“ sobre Víctor Jara son buenas introducciones a la música y la vida de los artistas.
Baile Nacional: La Cueca
Los chilenos están también muy orgullosos de su baile nacional; la Cueca. En compases de 3/4 o 6/8 el hombre zapatea en un semicírculo alrededor de la mujer cortejada, los dos realizan vueltas dinámicas, se provocan mutuamente y agitan pañuelos blancos sobre sus cabezas. Y todo acompañado por palmas del público y por una buena instrumentación (varía entre canto, guitarra, contrabajo, acordeón, pandero, arpa, guitarrón chileno, bandurria, batería, violín y piano). El espectáculo recuerda a un baile del cortejo entre la gallina y gallo donde el pañuelo blanco podría simbolizar plumas o crestas del gallo.
Ver artículo: “El 18 de septiembre en Chile”
Según la región se han creado diferentes Cuecas en todo el país. Por ejemplo la Cueca brava, bailada sobre todo en la capital, la Cueca campesina, danzada en las regiones rurales del país, o la Cueca porteña, que tiene su origen en la ciudad de Valparaíso y cuenta en sus líricas sobre la vida loca en el puerto.
Un lugar fabuloso para disfrutar la Cueca porteña en toda su autenticidad es “Isla de la Fantasía”. Se trata del terreno del Tío Beno y Tía Nanita que siempre los fines de semana invitan a su jardín milagroso. Aquí, en un ambiente cálido y acogedor, se puede experimentar el show muy realista y al aire libre, con un buen vino chileno y un pastel de choclo sabroso.
No sólo la Cueca se baila fuera de salones. Hoy día se puso de moda practicar distintos bailes en parques o en espacios públicos. A la gente que le gusta el tango puede mover el esqueleto los martes en la plaza “Ascensor Reina Victoria” en Valparaíso. A quienes les gusta más el Jazz, estarán contentos el domingo en el Parque Bustamante en la capital de Santiago donde se baila Swing y Lindy Hop.
Los fans de la buena música en vivo no deben perderse de ninguna manera la temporada de los festivales. Esta no sólo trae muchísima diversión y buen humor, sino también permite explorar los más nuevos éxitos y tendencias en el ámbito musical.
Música Chilena actual
Echando un vistazo a los festivales de música locales actuales se hace evidente la popularidad de música Crossover, o sea, mezclas de diferentes géneros musicales. Esto se trata sobre todo de una mezcla de sonidos tradicionales, originales con ritmos de todo el mundo.
Chico Trujillo, por ejemplo, movió a las masas en el Festival del Huaso al ritmo de la “Nueva Cumbia Chilena“, un ritmo que refrescó el concepto de cumbia a nivel local. Lollapalooza, uno de los festivales más importantes del mundo, con su versión en Chile presentó la banda Newen Afrobeat, un grupo que combina la música afro de Nigeria con la música indígena chilena.
También nuevamente se hizo popular usar la música como medio para informar sobre temas políticos y sociales. La rapera Ana Tijoux que se hizo famosa internacionalmente y tiene decenas de nominaciones a diversos premios cantó en el Festival La Cumbre a favor de los derechos de la mujer chilena y contra la represión al pueblo indígena.
Los abuelos del punk chileno, Los Peores de Chile, encendieron al público en Woodstaco, un Festival de tres días. Y la banda Inti-Illimani, también parte del movimiento Nueva Canción Chilena, tocaba este año en un gran escenario, en el festival gratis Rockódromo cantaron juntos al público la canción que simboliza la resistencia contra la dictadura militar: “¡El pueblo unido, jamás será vencido!”
Por cierto, en memoria al natalicio de Violeta Parra el 4 de octubre fue nombrado como “Día de la música y de los músicos chilenos“. ¡En este día, la omnipresencia de la música llega a su punto máximo con muchísimos conciertos de diversos estilos y géneros en todas las ciudades del país!